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sábado, 31 de marzo de 2018

SALIR DEL ARMARIO


No son las pequeñas razones que nos hacen diferentes, si no las múltiples cosas que nos unen, para darnos la mano y levantarnos juntos de esta pesadilla llamada depresión. Se puede salir; y si caemos, siempre es bueno encontrar alguna mano que nos ayude a levantarnos.

 

Foto Bui Bao
Poco a poco dejé de cantar. Antes lo hacía en todos sitios: en la calle, en el ascensor, en la ducha, cocinando; sobre todo mientras conducía, a pleno pulmón y sin un ápice de vergüenza. El caso es que para todos seguía siendo la persona chistosa y hasta “payasa” de siempre, pues, en compañía, procuraba mantener la compostura, forzando, inclusive aún más, mi carácter expansivo y dicharachero. Pero mi alma se iba quedando muda.
  Unos pocos lo saben, pero para la mayoría será difícil creer que he vivido muchos años compartiendo mi existencia con el terrible fantasma de la depresión. Estoy saliendo del armario, pretendiendo que sea terapéutico y liberador.

 

Depresión mayor

 

Una depresión mayor, es un trastorno del estado de ánimo, en el que la persona sufre (nunca mejor dicho) una tristeza profunda, no debe confundirse con un simple “estado de tristeza” o una variación habitual en el humor. La depresión es una enfermedad importante, pues afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, según la OMS, y las personas que la hemos padecido, sabemos varias cosas:

·           Reconocer ante los demás que la padecemos, es muy difícil
·           Pedir ayuda es más difícil aun
·           Aceptar medicación, todavía más
·           Las recaídas son habituales
·           Puede aparecer de repente o por algún suceso que la desencadene
·           Hay mucha gente que no la comprende y eso nos impide mejorar
·           Es una enfermedad, por lo tanto, requiere tratamiento

 

Reconocer la depresión 


Cuando mi terapeuta dice con autoridad, “te comprendo”, es inevitable preguntarse si realmente sabe cómo nos sentimos, si tiene idea, más allá de las referencias de pacientes, del dolor, la nada, el negro, la sensación de tener que esperar la muerte por tiempo infinito… 

El caso es que cuando se está enfermo uno va al médico, y cuando uno va al médico suele confiar; por aquello de que han estudiado un montón, ido a infinidad de congresos, tratado a cientos de pacientes, Etc. Etc. Pero esta enfermedad amerita tratamiento médico, pero…

La depresión es una enfermedad, repito, UNA ENFERMEDAD, tan puñeteramente despreciable; que impide que se haga por un enfermo grave, lo que debe hacerse. Me explico: si te encuentras extremadamente adolorido, con síntomas de estar muy, muy enfermo; probablemente no dudes en llamar al servicio de urgencias y pedir que te ingresen de inmediato; te hagan todo tipo de pruebas, hasta que den con lo que tienes y te coloque un tratamiento apropiado. Pero cuando estamos ENFERMOS de depresión, los propios síntomas de la enfermedad (tristeza o irascibilidad extrema, negación, aislamiento, deseos de morir…), te impiden buscar la cura; pero lo peor de todo, es que no recibimos ayuda hasta que ya es, generalmente, muy tarde. Nuestras familias y amigos no suelen reconocer que estamos enfermos, porque hablamos, caminamos y en algunos casos, hasta salimos de la habitación y de la casa; y se va haciendo un círculo vicioso, en donde no hablamos de nuestra enfermedad por temor a no ser entendidos, y no recibimos ayuda porque no hablamos de nuestra enfermedad.

Foto Sidney Sims
 Encontré este comentario en el blog de Neurociencia José Ramón Alonso, es realmente doloroso y ejemplificante: 
Mi nombre es Federico Toro, vivo en Medellín, Colombia; estoy saliendo de una depresión severa de algo más de dos años y medio, me siento muy aliviado, pero quedan muchas cicatrices. Es como haberse accidentado brutalmente en una moto y sentirse muy recuperado, pero saber que vas a quedar cojo, con un brazo inútil, viendo por un solo ojo, escuchando por un solo oído, media cara desfigurada y con mediana capacidad de desarrollar tu intelecto y tu profesión. Es un desastre; sabes que estuviste supremamente mal, entonces te alegras porque al menos estas vivo y con algunas posibilidades de hacer algunas cosas medianamente bien.
Olvidé la ortografía, no era capaz de pasar una calle solo, olvidé conducir carro, se me hacía difícil realizar actividades que niños de 7 años llevan a cabo con facilidad, me perdía en el centro de la ciudad, se me olvidaron muchas personas, era demasiado irascible, tenía comportamientos de autoagresión y heteroagresión, llevo algo más de dos años sin ejercer mi profesión de docente, aumenté más de 25 kilos por la falta de actividad física y el exceso de comida, ahora soy hipertenso y sufro de la columna, las rodillas y los tobillos. Son muchos los daños que me ha dejado esta oscura enfermedad. Aún continúo con fallas en la memoria de trabajo, en la concentración, en la autoestima, en las relaciones sociales, en la producción de texto escrito, en la irascibilidad, en la concentración, en el orden, en el aseo, en la organización de ideas y eventos.
Más que educar al paciente con depresión -pues él o ella ya saben que tienen y que sienten- hay que educar a la sociedad y principalmente a la familia del paciente. Muchas de las cosas que ahondan los síntomas del paciente con depresión, se originan en el mal acompañamiento del circulo de personas que lo rodean. Estar diciéndole en todo momento al paciente: “¡tratá!, ¡salí!, ¡intentá!, ¡dejá de ser flojo!, ¡dejá de ser bobo!, ¡disfrutá las cosas!, ¡hacé tu mejor esfuerzo!” cosas como esas solo ayudan a ahondar los síntomas, porque lo hacen sentir a uno más incapaz, más débil, más triste.
Foto de Joey Yu
 Volviendo al reconocimiento de la enfermedad, los párrafos anteriores sirven para entender que no basta con que nosotros reconozcamos que sufrimos de depresión. Es de vital importancia el apoyo de los amigos y de la familia.

Durante los episodios de depresión mayor las personas experimentamos más de uno de los siguientes síntomas, durante la mayor parte del día y casi todos los días:

  • Tristeza, ganas de llorar, vacío o desesperanza.
  • Enojo, irritabilidad, frustración.
  • Falta de interés en actividades placenteras (pasatiempos, relaciones sexuales, deportes…)
  • Falta de energía y cansancio (cualquier tarea significa un esfuerzo inmenso)
  • Alteraciones del sueño (insomnio o dormir demasiado)
  • Alteración en los hábitos de comida y peso (Falta o exceso de apetito)
  • Ansiedad, nerviosismo
  • Dificultad para concentrarse y razonar
  • Sentimientos de culpa e inutilidad
  • Lentitud en el habla y los movimientos
  • Problemas físicos y dolores sin causa aparente
  • Pensamientos recurrentes sobre la muerte, pensamientos o intentos suicidas

Si ves varias de estas señales en ti o en alguna persona que aprecies, debes considerarlo como algo muy serio y buscar ayuda lo antes posible. Puede ser que tengas suerte de leer estas recomendaciones cuando los síntomas sean incipientes. Sólo un especialista puede diagnosticar y tratar correctamente una depresión. Recuerda esto siempre y repítelo como un mantra:

SI SE PUEDE SALIR DE UN EPISODIO DEPRESIVO


Créditos de las fotografías:
Bui Bao fotógrafo 
Sidney Sims fotógrafa
Joey Yu fotógrafo 

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