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domingo, 19 de febrero de 2017

EDUCAMOS PARA LA CONFORMIDAD

Estaba yo hablando con mi hija acerca de lo que era importante en su educación, en su colegio; y ella me contestaba, como buena alumna que es: sacar buenas notas, aprender, estudiar para los exámenes... Si, todo esto es muy importante, pero cómo compaginarlo con la realidad ¿Para qué me sirve aprenderme las valencias? (química) o ¿Por qué no le dan importancia a que me interese por participar en el programa de Naciones Unidas y discuta temas de interés global? ¿Por qué no me oyen cuando digo que hay cosas que quiero cambiar? 

¿Cómo le decimos a un hijo que debe callarse cuando se cometen injusticias, cuando se le evalúan cosas que no se le han enseñado porque su profesor ha llegado tarde a casi todas las clases pero la burocracia escolar hace que las pruebas sean diseñadas por una coordinación que asume que se han cumplido todos los objetivos planificados? Volvemos a lo mismo, la Escuela no está cumpliendo la función esencial, se convierte en una réplica de una sociedad donde el abuso de poder impide el desarrollo del ser.


¿Es la función de la Escuela actual ser una ejecutora de las políticas y programas diseñadas por aquellos que no forman parte de ella? ¿Hace cuánto no se revisan estos programas? ¿Quiénes los hacen? ¿Para quién los hacen? ¿Se deben aplicar programas nacionales o deben las escuelas elaborar sus propias políticas y programas de acuerdo a su realidad? Pensemos: ¿Tienen las mismas necesidades, cultura y demandas,  los estudiantes de una escuela de la Guajira, de Juan Griego, de Maracaibo o de Caracas? o en una misma Ciudad ¿Deben tener los mismos programas los estudiantes de distintas escuelas? ¿Por que siempre se deja a la Escuela y los docentes fuera de este rol y nos conminan a ser simples ejecutores obligados de aquello que sabemos que no funciona para todo el mundo?

Lo peor de todo es que esto no es un problema nacional, la Escuela no funciona a nivel mundial porque quienes hacen los grandes planes y programas, los hacen muy alejados de la realidad escolar, y no lo digo yo; lo gritan los estudiantes día a día. ¡La Escuela está enferma! Los docentes nos hemos convertido, con maravillosas excepciones, en autómatas que repiten mecánicamente lo que los libros de texto declaran, aunque nuestros alumnos sepan que muchas de esas "realidades" ya no sean verdad o pronto no lo sean. No somos capaces de darnos cuenta que en sus teléfonos móviles encuentran con mucha más rapidez todo lo que nosotros les decimos. 

Los programas exigidos son muy elementales, el alumno habla poco; unas cuantas exposiciones que repite, muchas veces sin saber lo que dice. Estos programas ya son obsoletos y no se ajustan a la demanda del adolescente de hoy en cuanto a sus necesidades reales de aprendizaje; los docentes, en su mayoría, tampoco están suficientemente actualizados ni motivados para generar el cambio que se necesita; no se les presenta el aprendizaje de una manera pragmática y creativa tal y como demanda la era en que vivimos, impregnada por imágenes, alta tecnología y los valores que comparten los adolescentes de hoy, tales como “el grupo, la emoción, el cuerpo, el presente, la estética, la diversión, la participación y la diversidad” [1].

Hoy es de vital importancia, cambiar de paradigma y más que "enseñar cosas que creemos que sabemos" el quid está en aprender a escuchar las necesidades de nuestros estudiantes y CREAR una nueva forma de enfrentarnos a la enseñanza utilizando acuerdos, donde nosotros, docentes seremos los adultos responsables que guiaremos a una nueva generación que nos dirá (y nosotros la oiremos respetuosamente) hacia dónde quiere llegar, cuáles cosas le interesan, y seguramente nos sabrán instruir en cómo llegar hasta ellos, qué los motiva, qué les inspira. Un paradigma donde "la equivocación y el error" dejen de ser un castigo y se conviertan en el trampolín a la mejora (¿Han visto a algún estudiante sentarse a corregir los errores cometidos o a revisar lo que "no aprendieron"?), donde la "tarea" sea hecha por voluntad de un alumno motivado a investigar o practicar algo que realmente le interesa, le divierte o le gusta.

La actualización y profesionalización docente son el otro punto crucial para el logro de este acuerdo. Sólo un profesional de primera podrá llevar a cabo esta tarea. Ya basta de pensar en que los estudios de Magisterio están hechos para "señoritas casaderas" o para "alumnos segundones". La responsabilidad es demasiado grande. Hay que revalorizar la profesión docente y esto debe comenzar desde la propia escuela y la Universidad. Sólo los mejores pueden y deben estar a cargo de darle la vuelta a este asunto de interés prioritario y por supuesto, todo país próspero con el tiempo reconocerá que estos debe tener el respaldo, moral, social y económico necesario.

Los invito a ver el siguiente video de Ken Robinson: ¿Cómo escapar al Valle de la Muerte en Educación?

 


[1] Velázquez, A. (2007). Lenguaje e Identidad en los Adolescentes de Hoy. En: El Agora USB. Vol. 7. Núm. 1. Enero-Julio 2007. p. 85. En: EBSCO

viernes, 17 de febrero de 2017

EL LENGUAJE DE NUESTROS JÓVENES

Soy maestra, si.

Me preocupa el estudiante que estamos ofreciendo a la sociedad más desde el punto humanístico que académico-formal; las carencias y necesidades que manifiesta el alumnado son cada vez mayores y de índole diversa: familiar, afectiva, económica, comunicacional, y por supuesto, también académica; pero menos, me importa menos.

El reto de hoy es hacer que superen el paradigma de lo superfluo, porque ellos saben dónde está la información. Nuestra labor consiste en desbrozar más que en transmitir conocimiento. La palabra "Enseñar" cobra hoy otro significado y más vale que lo entendamos pronto. 

Es imperativo entendernos, el lenguaje nos separa tanto como pudiese unirnos, pero nos empeñamos en que este debe permanecer irreductible a las leyes de la RAE aunque el precio que paguemos sea el de perder una generación entera. Estoy convencida de que los maestro no oímos, sólo nos oímos. La súplica constante traducida en apatía y bajas calificaciones no es más que un grito desesperado de aquel que oye hablar un lenguaje incomprensible para sus oídos, ojos y cerebro.

En aras de la libertad y el "buen rollo", los docentes hacemos cosas terribles con el lenguaje. La filosofía de “oír a todo el mundo” se ha distorsionado al punto de que los estudiantes no distinguen cómo deben dirigirse a un adulto, a un profesor o inclusive a un niño pequeño. Muchas veces pretenden utilizar su jerga adolescente en exposiciones y hasta en trabajos escritos. Para la mayoría de ellos no existen límites en lo que dicen, cómo lo dicen, dónde lo dicen y a quién se lo dicen. He observado con preocupación cómo las personas que les hablan correctamente (algunos compañeros, profesores y personas ajenas al colegio) son objeto de su burla; pero a su vez, cuando un tema les interesa y no comprenden, se muestran desesperados y acuden a personas de su confianza (generalmente sus compañeros “letrados”) para que les “traduzcan”. En el afán de entenderles, hemos permitido que esto suceda hasta un punto que desde mi forma de ver, es inaceptable.

Adultos y adolescentes cada vez más separados por el lenguaje; no entendemos sus códigos lingüísticos ni hacemos el menor esfuerzo por conocerlos. UNICEF, como parte del proyecto “Herramientas para la participación Adolescente” (2006) nos dice que “La forma de ejercer el derecho a la libertad de expresión incluye el lenguaje oral, el escrito, el gestual, el de señas, entre otros. Habilita a que un adolescente pueda dar opinión a través de formas conocidas y aun de otras desconocidas, lo que “obliga” al adulto a reconocerlas, a decodificar los mensajes que las distintas formas conllevan.”[1] El lenguaje es un ente vivo, es nuestro deber conocer las nuevas creaciones lingüísticas de nuestros jóvenes con apertura de mente y espíritu, pero evitando aberraciones y la pérdida de vocabulario en aras del simplismo. 

Ah... Quiero agradecer a la PROMO XIII de la UEP Juana de Arco (mis ahijados) por permitirme hacer este laaargo trabajo de investigación que estoy compartiendo con Uds y que espero concluir con la PROMO XIV. Los quiero.
 


Nos seguimos leyendo...


[1] Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF. (2006). Cultura y Participación Adolescente. p. 35. Recuperado el 24 de noviembre de 2015 en: http://www.unicef.org/uruguay/spanish/GUIA_5.pdf