Estoy cansada de mudar mi nido…
Tengo partes de mí dispersas por el mundo.
Dejé mucho de mi en cada lugar,
Mucho en España y todo aquí, en mi Caracas.
Todo y nada porque aquí no hay nada que me ate. O si…
Mis raíces no se amarran al suelo, no les dejan, quieren
pero no pueden.
Estoy presa de mi necesidad de permanencia. Necesito
descansar, sentarme apaciblemente en mis 50 años viendo cómo hice todo lo que
hice, sin la angustia de lo que he de hacer.
Benditos aquellos que sienten la paz de la edad que tengo,
como decía Pérez Bonalde: “… infelices
que ignoran la insondable alegría - de los que tristes del hogar se fueron - y
luego ansiosos, al hogar volvieron…” para no encontrarlo.
¿Dónde está mi hogar? ¿Cuál es mi patria? Yo la tuve, la
recuerdo con alegría. Esto que tengo se parece a la nada; ni siquiera recuerda
los cuentos de la posguerra de mi madre. Parecen aún peor, porque tengo
conciencia de ellos.
A dónde voy…